Categoría: Notas
Publicado en 19 Nov 2018
3 minutos
El próximo 1 de diciembre, asumirá como presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Un mes después, el 1º de enero de 2019, será el turno del presidente elegido en Brasil, Jair MessiasBolsonaro. Se trata de una oportunidad para que discutamos la posibilidad de cooperación entre estas dos grandes naciones latinoamericanas para estudiar algunos de los problemas principales que tienen en común, teniendo en cuenta lo que cada una tiene de positivo.
El futuro presidente mexicano está preparando un plan que pretende resolver dos grandes problemas que, en aquellasociedad, aún inciden de manera fuerte. Uno de ellos es la violencia, que afecta la vida de las personas, trastorna la actividadeconómica y que, en gran parte, ocurre en el ambiente de la movilidad, en las calles, en las plazas y dentro de los sistemas de transporte.
El otro problema – una preocupación de varios segmentos de los operadores de transporte en México – se refiere a la informalidad. Es decir, a la necesidad de que se superen estándares informales para prestar servicios públicos, para el montaje de empresas y para la contratación de trabajadores. Todo esto, teniendo en cuenta que la informalidad también se mezcla conlas organizaciones que fomentan la violencia, en particular el narcotráfico.
La violencia también es un punto en común entre los dos países: mientras que a fines del 2016, México ostentabael alarmante cuadro de 20,17 homicidios cada 100 000 habitantes, Brasil mostraba unasituación aún peor, con 27,8 homicidioscada 100 000 habitantes, según reveló el periodista brasileñoClóvisRossi con base en un estudiointernacional. Todo esto no discrepa del panorama de América Latina, que poseeel 8% de la población mundial, perotristemente registra un tercio de los asesinatos que suceden en el planeta.
El tema de la seguridad se ha discutido poco, aunque se lo muestre como un campo sobre el cual se desdoblarán, cada uno a su manera, los presidentes Obrador y Bolsonaro. Seguramente aquí se verá un terreno propicio para el intercambio de experiencia entre los dos países, que por lo que implica, tiene que estar acompañado por el sector de movilidad, ya que la violencia se manifiesta en el espaciopúblico y muchas veces en los medios de transporte público.
Por otro lado, Brasil tiene algo significativo para decirle México. Cuenta con una estructura consistente de reglamentación del trabajo (apesar de que la reforma laboral está en marcha) y presenta una organización de los diferentes segmentos empresariales que es muyrespetada en toda América Latina. Y Brasil también posee un andamiaje de leyes dirigidas a la organización urbana y a lamovilidad urbana, como el Estatuto de las Ciudades, la Política Nacional de Movilidad Urbana y el Estatuto de la Metrópoli, que es envidiable desde el punto de vista de América Latina.
México y Brasil tienen problemas similares yexperiencias distintas en el enfoque de estos problemas. Seguramente,los brasileños ganarán si siguen de cerca lo que se discutirá en México sobre el tema de la violencia. De la misma forma que los mexicanos podrán avanzar si prestan atención a lo que se hace en Brasil para transformar el segmento de lamovilidad urbana, empresas informales en organizaciones que adoptanlos mejores estándares de actuación. Por lo tanto, es necesario que se establezca un puente entre estos dos grandes países, que mucho tienen que aprender el uno del otro en los temas que tocamos.
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